En busca de la inmortalidad






Pasajes seleccionados por el autor



Y así como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así también tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga la Vida Eterna”.


                                                                                                              Juan 3, 14-15 







Éfeso, Asia Menor,     140 d. C.


  El siervo de Dios, Juan el Presbítero, a la comunidad de los tesalonicenses  en Dios nuestro Padre  y el Señor Jesucristo. Paz y prosperidad a vosotros de parte del Padre y de su enviado, el Uncido.
   Queridísimos hijos, sintiendo tan cercana la llegada de mi hora postrera y antes de que me abandonen las fuerzas para siempre, tomo tinta y pluma para enviaros la que sin duda será mi última carta. Muchos de vuestros amados hijos, fortalecidos en la fe, nos han visitado en los últimos años, mostrándose todos ellos fieles seguidores de la doctrina de Cristo y fervientes cumplidores de los mandamientos. Por ellos supe que en nuestra tierra de Macedonia aún se me recuerda como el joven altivo y autoritario que un día decidió iniciar el viaje que le condujese a seguir los pasos de nuestro Salvador.
   Por aquellos días habían llegado nuevas a Tesalónica de que en la ciudad de Éfeso, en el Asia Menor, aún vivía un discípulo directo del Maestro, natural de Judea, y a quien todos conocían como Juan el Sacerdote, dado que en su juventud había ejercido las labores propias de sacerdote en el Templo de Jerusalén, y de quien también se decía haber sido sobrino del sumo sacerdote  Anás, el principal instigador de la condena a muerte de nuestro Señor Jesús...



Juan el Presbítero 



   “El rabí era un hombre difícil de olvidar” –relataba Juan el sacerdote ensimismado –“Él me mostró el Camino y la Verdad. Se tenía a sí mismo como un pescador de hombres,  ¡y en verdad que lo era!, atraía a las masas con la fuerza de su palabra... tal vez debido a su voz varonil y determinante. No me cabe la menor duda de que Yehoshua estaba dotado de poderes especiales, estos ojos míos lo vieron curar a ciegos, hacer hablar a mudos que jamás habían articulado palabra inteligible, e incluso expulsar los demonios que atormentaban  a las almas de los pecadores. Yo, que lo tuve en mis brazos cuando fue asesinado en la cruz, doy fe de que aquel galileo de doctrina nazarena en verdad era el ha-mashi’ah, el Mesías, enviado por Yahvé para expiar nuestros pecados,  mas los sacerdotes saduceos, los ancianos y levitas, así como esa maldita estirpe de judíos aristócratas vendidos al poder romano  no lo reconocieron. Es por eso que a nosotros, sus discípulos, tampoco nos reconocen y nos odian”.
   “No se puede decir lo mismo de la mayoría del pueblo judío, que le amaba y aclamaba, porque cuando se dirigía a ellos, hartos de tanta barbarie y oprobio causado por los invasores, él les transmitía un mensaje claro y simple: Ama a tu prójimo como a ti mismo. Amaos los unos a los otros. Ahí radicaba la fuerza de su palabra. Por eso las masas de desgraciados lo seguían sin descanso, hastiados de tantas guerras, del hambre, del odio, en definitiva del dominio de Satán sobre la tierra".  

Yehohanan el Sacerdote
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  Vietnam y yo nos caímos bien desde un principio. Fue como un flechazo a primera vista. Ellos tenían una guerra desde hacía ya muchos años y yo no había conseguido escapar a ella en todos los años de mi existencia, así que tal para cual. Fue como una de esas amantes peligrosas y bellas que te seducen haciéndote bailar peligrosamente al borde del precipicio, entre la vida y la muerte. El muchachito negro de Harlem, recién llegado de la jungla de asfalto, se dejó embrujar por aquella otra jungla exuberante, lujuriosa.¿Cómo se podía concebir una guerra en aquel paraíso? No tenía nada que envidiarles a las postales de Hawai que había visto en mi niñez y que tanto había anhelado visitar. De haber existido alguna vez el mítico Edén, sin duda hubiera estado aquí, de eso estoy cada vez más seguro...




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 NIEBLA PÚRPURA
Niebla púrpura se expande
en el verdor lujurioso de la jungla;
hermoso contraste que recuerda a un bosque encantado
donde el fiero rugido del Dragón Alado
es el preludio de su fantasmagórica aparición.

Fieros guerreros alzan sus armas
gritos de espanto surcan el aire
los ejércitos del Bien y del Mal
se disponen para la batalla final
dominando con sus manos el destino de la Humanidad.

Ríos de jade, nenúfar flotante, sol infernal
la tierra rojiza se estremece con el estruendo
de artefactos mortíferos, salidos del abismo,
exóticas palmeras reducidas a polvo de ceniza,
naturaleza muerta, baldía, tras el fuego caído del cielo.

Mientras, los Reyes del Mundo dicen palabras huecas
y falsos profetas confunden a los justos
con lenguas viperinas y esencias de azufre
guiando al dócil ganado hacia el desfiladero
en cuyas profundidades se extiende el Reino de las Tinieblas.

                                                                                  SAM
 



.                    .       Samuel Johnson, soldado norteamericano













  Para comprender el caso de mi amigo Joseph Manzano conviene antes retroceder en la historia hacia finales del siglo XX y principios del XXI, momento en que los historiadores y cronistas sitúan los orígenes de lo que ha venido a denominarse la I Revolución Biotecnológica. En aquellos días tan lejanos, la comunidad científica se hallaba confrontada en torno al origen de las especies, entre ellas la humana, que habitan en el planeta. Por un lado estaban aquellos que lo explicaban en función de sus creencias religiosas recogidas en el Libro Sagrado o Biblia, argumentando que sólo un Ente Inteligente, una especie de Dios Creador había sido el artífice de tamaña y hercúlea obra. A estos se les conocía como “creacionistas”. Por otro lado se encontraban los que apoyaban las tesis del Doctor Charles Darwin, científico de finales del siglo XIX, quien sostenía la teoría  de que todas las especies habían evolucionado a lo largo del tiempo a partir de las primeras formas de vida y que el hombre es una especie única descendiente de una larga serie de primates bípedos. A estos se les conocían con el nombre de “evolucionistas o darwinistas”. En realidad esta confrontación era todavía más antigua y llegó a perdurar varios siglos en el tiempo.
  Pero sería a partir del descubrimiento y decodificación del ADN cuando empezaron a surgir descubrimientos e importantes cambios revolucionarios. Por fin pudo desvelarse el secreto de la vida, hasta entonces en manos de divinidades y otros entes sobrenaturales. El hombre había conseguido descifrar el código de la vida y el ADN pasaba a convertirse en “libro de instrucciones” de la creación humana, similar a todos aquellos libros sagrados que buscaban la verdad y manejados por todos los pueblos y culturas que habían habitado en el planeta.

Phillip Richardson, ex-policía.

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